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Naciones donde rara vez se han reportado incrementos significativos en el precio de sus productos, hoy lo experimentan
A pesar del exitoso proceso de vacunación y de la menor incidencia de la Covid-19 (C-19) en Europa, Asia y América del Norte, la economía mundial no termina por encontrar el camino hacia lo que debería ser una “nueva normalidad”.
Hasta ahora, los más avanzados son las dos potencias mundiales: Estados Unidos y China. En ambos casos, el valor de sus economías ya superó los niveles precrisis para iniciar un nuevo ciclo de crecimiento, pero aún no hay consenso acerca de si ese crecimiento se encuentra cimentado sobre bases sólidas.
Por supuesto, los discursos oficiales resaltan las buenas noticias, y la principal es que las políticas anticíclicas han funcionado razonablemente bien, que la economía ha vuelto a las calles y los mercados de bienes y servicios generales y, especialmente los financieros, se encuentran revitalizados y con niveles de liquidez pocas veces vistos en la historia económica mundial.
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Sin embargo, cada día surgen más voces autorizadas que señalan que las cosas no van tan bien como se cree, que lo que se observa no es un crecimiento orgánico, sino uno inflado a golpe de crear demanda con las maquinitas de dinero, de modo que, ahora los mercados están rebosantes de liquidez real y virtual, para que la gente gaste sin preocuparse mucho por el futuro, porque el crédito también está a la orden del día, y con tasas de interés negativas en términos reales.
Una vez más, las grandes economías parecen encontrarse en un episodio como aquellos que Alan Greenspan definió en 1996 como de “exuberancia irracional de los mercados” y que desde entonces han ocasionado cuando menos tres grandes crisis financieras globales de alto impacto.
Lo que se tiene es una economía mundial sobrada de dinero, pero esa abundancia viene acompañada de un problema que nadie puede ya esconder bajo los tapetes y los ruidos de fondo: “lo que está fallando es la oferta”.
Quien entienda algo de economía, sabe que la oferta de bienes de consumo final, intermedio y de capital, no responde espontánea y simultáneamente a los impulsos de la demanda, sino que sus tiempos de respuesta están condicionados por las características propias de sus mercados y procesos productivos.
Y he aquí entonces que el problema se agrava: la gran diferencia entre todas las crisis anteriores y la del C-19, es que esta última desorganizó las cadenas de proveeduría globales y regionales, y no sólo eso, la implementación de decenas de protocolos sanitarios también ralentizó y encareció drásticamente el funcionamiento de las redes logísticas, como nunca había ocurrido.
Principales retos que enfrenta la economía mundial
- La escasez de bienes de consumo final, intermedios, de capital y de muchas materias primas e insumos industriales, combustibles, energía, e inclusive, hasta de mano de obra.
- Falta de sincronía entre los procesos de oferta y demanda, y de estos con los circuitos logísticos como consecuencia de todo lo anterior.
- El rompimiento de los equilibrios en muchos mercados, y con ellos, el fuerte crecimiento de los precios a nivel global, regional y local.
Hoy en día, el gran tema para la economía mundial tiene un nombre muy conocido para todas las generaciones, desde los Baby Boomers a los millenials, y que ahora también los centennials están empezando a conocer: “se llama inflación” y de seguir las cosas como van, si es que no surge otra cepa mutante del C-19, la gran batalla en que la humanidad tiene que concentrar buena parte de su atención, sin descuidar por supuesto a la pandemia y al “cambio climático”, es precisamente contra “la inflación”.
¿Y realmente es tan preocupante lo que sucede?
Sí lo es, porque la experiencia enseña que los ciclos inflacionarios que se extienden más allá del mediano plazo, suelen independizarse de las causas que les dieron origen y a retroalimentarse a sí mismos; lo es porque distorsiona las señales de los mercados acerca de lo que realmente necesitan; porque funciona como los ríos revueltos en donde los ganadores son los que responden a los más perversos incentivos; porque dificulta la planeación de los negocios y frena las inversiones; y lo es finalmente, porque se convierte en el huevo de la serpiente que incuba el desorden, engendra populismos y puede ser el punto de partida para los peores desastres económicos y sociales.
Además, el actual ciclo inflacionario es más preocupante por el hecho de que es un problema global, de ahí que sus efectos distorsionadores conllevan el riesgo de amplificarse y multiplicarse aún más, en los ámbitos regionales y nacionales.
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Si bien hasta ahora la inflación en las grandes economías nacionales y regionales no ha alcanzado los niveles que experimentaron en las décadas de los 70 y 80´s del siglo pasado, la verdad es que tampoco se encuentran lejos del umbral de 7% que desató las inflaciones superiores a dos dígitos que registraron por esos años naciones como Estados Unidos, Reino Unido, Francia y hasta Japón, por no caer en el extremo de recordar las “inflaciones galopantes” que se vivieron en México y que todavía en este Siglo XXI se presentan, de vez en vez, en algunas economías latinoamericanas.
Para dar una idea de la magnitud del desafío que plantea la inflación a la economía mundial, sugerimos observar los gráficos 1 a 3, que muestran el comportamiento de la escalada inflacionaria que dio inicio en los primeros meses del 2021 y que ha contagiado a las grandes regiones económicas como América del Norte, Europa y Asia Oriental, aunque para esta última solo incluimos a dos naciones que, sin embargo, son bastante representativas de esa región: Japón y Singapur.
En el Gráfico 1, llama especialmente la atención el proceso de convergencia entre los indicadores de inflación entre México y Estados Unidos en un nivel de 6.2%, mientras que Canadá se mantiene ligeramente abajo del 5%, pero con tendencia ascendente.
En el Gráfico 2 también se aprecia una tendencia alcista de los indicadores de inflación en torno al promedio de la Zona Euro que es de 4.5 por ciento.
En el Gráfico 3, se puede observar que el proceso inflacionario se extiende también a países como Singapur, cuya economía muy rara vez ha reportado crecimientos de sus precios por arriba del 1% y ahora se encuentra en niveles cercanos al 3%, mientras que Japón, que ni siquiera ha logrado superar la dinámica recesiva de los últimos años, experimenta también el inicio de un ciclo alcista de sus precios que rondan ya el 1%, luego de cerrar el 2020 en niveles negativos.
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